Para los órficos, fieles seguidores de las enseñanzas del poeta Orfeo, el principio de todas las cosas es Cronos (Saturno), el Tiempo. Este dios devorador es quien habría dado origen al Caos y al Éter.
Todo en derredor del Caos y el Éter existía la Noche, que abrazaba al gran espacio como una sólida cáscara, y le confería el aspecto de un gigantesco huevo.
En ese huevo nació Fanés, la luz, que se unió a la Noche y en ella engendró al Cielo, la Tierra y a Zeus (Júpiter).
Contaban los órficos también que la Noche no formaba una cáscara, sino que era un ave negra de enormes alas. Y que, fecundada por el viento, puso un huevo de plata en el seno de la oscuridad original, entre el Cielo que estaba arriba y la Tierra que yacía abajo.
Del huevo salió Eros, el Amor Universal, el Protógonos (“el primer nacido”).
A Eros no le gustaba vivir escondido en las tinieblas. Por eso, bajo la luz de Fanés, quien permanecía en el huevo de plata, el Amor empezó a levantar los velos que cubrían a la naturaleza, uniendo al Cielo y la Tierra en un abrazo violento y apasionado del cual nació todo lo que faltaba por nacer.
BASES BIOLÓGICAS DE LA CONDUCTA HUMANA
Hace 9 años
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